miércoles, 29 de febrero de 2012

EL MOZÁRABE

Este nuevo texto que os dejo es un fragmento del libro "El mozárabe" en el que se narra el encuentro entre dos viejos amigos,un obispo mozárabe llamado Asbag y Almanzor en la etapa de la Córdoba Califal de Al-Andalus. El autor sitúa este encuentro la ciudad-palacio de Medina Al-Zahira.
También os dejo este enlace de otro texto del libro "León el Africano" que cuenta los últimos tiempos que vivieron los musulmanes del reino Nazarí de Granada antes de caer en poder de los Reyes Católicos.
Disfrutad con sus lecturas.

Adaptación de “El Mozárabe" de Jesús Sánchez Adalid (Planeta, 2003)

Cuando los llevaron ante el juez de Córdoba, y éste los envió
a una lúgubre mazmorra bajo la acusación de instigar a la
rebelión en el campamento de los mercenarios, supusieron
que terminarían pronto sus días; que en cualquier momento
los pondrían en manos del verdugo para que les separara la
cabeza del cuerpo. Por eso, se despidieron con un abrazo y
rezaron cuando apareció uno de los guardias por la puerta
diciendo:
- Vamos, arriba!
Ambos hicieron ademán de salir, pero el guardián le dijo a
Juan:
- No, tú no; sólo el viejo.
- Yo voy con él -insistió Juan.
Pero el guardia le dio un empujón y tiró sólo de la cadena de
Asbag para sacarlo de allí. Asbag, el obispo mozárabe, se
volvió hacia su compañero y le dijo sonriendo:
- ¡Hasta la vida eterna!
Le condujeron por los oscuros pasillos que rezumaban agua
por todas partes, hasta la escalera que ascendía a la luz
exterior. Luego un patio, más escaleras y nuevamente
pasillos. El obispo, renqueante, apenas podía seguir al
guardia que avanzaba a toda prisa delante de él. De repente
se encontró con la calle, a la puerta de la prisión. Sin darle
más explicaciones, lo entregaron a dos fornidos guerreros
armados hasta los dientes que le subieron a una mula.
- ¿Adónde me lleváis? -preguntó el obispo.
- Pronto lo sabrás -fue la única contestación que obtuvo.
Salieron de la ciudad por la puerta de los zocos y enfilaron
un amplio y polvoriento camino, paralelo al río, fuera de la
medina, en dirección a unas altas murallas de adobe que se
levantaban más allá, hacia oriente.
Asbag adivinó enseguida que se trataba de Medina al-
Zahira, la nueva ciudad que Almanzor se había construido
en las afueras y adonde se habían trasladado los altos
funcionarios de la administración del primer ministro.
Entonces supuso que era allí donde se impartiría la justicia
en el nuevo régimen.
La ciudad era tan espléndida o más que Medina Azahara;
grandes palacios se alineaban en sus amplias calles y
reinaba la limpieza y el orden; había jardines regados, con
árboles frutales, parterres con flores variadas y enormes
jaulas repletas de pájaros exóticos.
A través de uno de los jardines, condujeron al obispo a un
gigantesco palacio, con tres niveles de galerías en la
fachada y bellísimos estucos. Había guardias por todos
lados, sirvientes lujosamente vestidos y un exquisito orden
por todas partes. Excepto por el rumor de las fuentes y un
dulce canto de avecillas, el silencio era total.
- Tú espera aquí -le dijo el guardián a Asbag a media voz.
Era un amplio patio con numerosas ventanas al interior en
sus altos muros. Allí aguardó poco tiempo, hasta que
apareció un mayordomo que le indicó con un gesto que le
siguiera. Atravesaron frescos pasillos y acogedoras
estancias hasta llegar a una antesala, donde fue puesto en
manos de otro mayordomo que le indicó con gesto altanero
que se sentase.
El mayordomo también se sentó, junto a él, en un lujoso
sillón. Era alto, delgado, con una mirada serena y un toque
irónico en la comisura de sus labios. Transcurrió un largo
rato, que a Asbag se le hacía eterno; se impacientó y le
preguntó al mayordomo:
- ¿A qué esperamos?
- ¡Chsss...! -Siseó largamente el mayordomo, llevándose el
dedo a los labios.
Pasó otro largo rato, sin que se escuchase siquiera el vuelo
de una mosca, y finalmente se abrió la gran puerta de la
antesala, por la que apareció un tercer oficial que hizo un
gesto a Asbag para que se pusiera en pie. Entró todavía un
oficial más y le indicó al obispo que le siguiera.
Pasaron a una sala despejada, en cuyo fondo se
encontraban varios hombres conversando en torno a una
mesa de bronce rematada con ónice. Con un movimiento de
la mano, el mayordomo le ordenó a Asbag que se detuviera
y aguardara a cierta distancia.
Desde donde estaba, el mozárabe no alcanzaba a oír lo que
los hombres estaban hablando entre sí, pero se fijó en cada
uno: eran cinco, de edades semejantes, rayando la
cincuentena; su aspecto y sus ademanes evidenciaban que
eran militares de alto rango, generales o visires guerreros.
Uno de ellos destacaba sobre los demás y se venía
claramente que era el jefe de todos, por la deferencia que los
otros mostraban hacia él. Sin embargo, el trato entre ellos
era distendido; bromeaban, reían y bebían constantemente
en las copas que, hábil y delicadamente, estaba presto a
llenar un criado.
Asbag vio cómo el oficial se acercaba discretamente y le
decía algo al oído al que parecía ser el superior de los otros.
El hombre miró hacia Asbag desde lejos. Después se puso
en pie, dejó su copa en la mesa y avanzó hasta el obispo por
el medio del salón. A medida que se acercaba, el mozárabe
no tuvo ya ninguna duda de quién se trataba: era Almanzor.
Cuando estuvo frente a él, lo reconoció sin ninguna
dificultad. Aunque la última vez que lo vio era un joven de
veintiséis años, y ahora abultaba el doble, su estatura, sus
ademanes y el conjunto de la persona habían cambiado
poco. Los dos se estuvieron mirando sin decir nada por un
momento. Almanzor sonreía, sin distancias, como si no
hubieran pasado treinta años.
-¿Eres Asbag? -le preguntó al mozárabe-. ¿Eres tú en
persona? ¿Estás vivo?
- Sí, ya ves, Almanzor; Dios ha cuidado de mí.
- ¡Ah, ja, ja, ja...! -rió él entusiasmado-. ¡Es increible! ¡Quién
lo diría, quién podría jurarlo!
Regresó junto a los otros militares y les despidió. Después
condujo al obispo hasta los divanes y lo invitó a que se
sentara. Le ofreció vino. Él también se llenó la copa.
- Me alegro, me alegro sinceramente de verte -dijo Almanzor-
Cuando me dijeron que habías regresado no podía
creérmelo.
- ¿Quién te lo dijo? -preguntó Asbag.
- ¿Quién iba a ser? Subh. Le faltó tiempo para venir a mi
palacio para intentar aterrorizarme con una sarta de
supercherías de las suyas: que Dios te había mandado, que
mi hora estaba cerca... ¡Qué se yo cuántas otras tonterías!
Creí que era otra de sus invenciones para fastidiarme; pero
luego supe que un anciano obispo había sido hecho
prisionero en el campamento por instigar a los cristianos...
¡Qué atrevido eres! Si no llego a enterarme de que te habían
apresado, a estas horas... ¡Dios sabe qué te habría pasado!
Asbag no salía de su asombro. Se había imaginado a
Almanzor como una bestia cruel y sanguinaria; distante,
encerrado en su mundo de poder y ambición. Y tenía frente a
sí a Almanzor, algo más viejo, más grueso y con la barba
encanecida, pero con la misma mirada despierta del joven
que conoció entonces.
Durante un buen rato desapareció el abismo del tiempo que
se abría entre ellos. Hablaron. El mozárabe le contó sus
peripecias, y Almanzor las escuchó atentamente. Después
hubo silencio. Entonces el abismo apareció: no quedaba
más remedio que hablar del pasado; el tema estaba en el
ambiente. El obispo fue directamente a lo que le interesaba y
le preguntó al ministro por las comunidades de cristianos,
por las persecuciones que habían sufrido hacía diez años.
Almanzor puso cara de circunstancias. Reflexionó por un
momento. Luego, en tono de fastidio, dijo:
- ¿Crees que fui yo quien echó a esos cristianos? ¿Crees
que me molestaban? ¿Piensas que yo me ocupé de quitarlos
de en medio porque los consideraba peligrosos? Te
equivocas. Las cosas son mucho más complicadas. Fue el
propio pueblo de Córdoba el que empezó a perseguirlos. Las
cosas cambian; la gente cambia, de la noche a la mañana...
¿Sabes cuántos líderes religiosos hay en Córdoba? ¡Cientos!
Líderes que no son como los de antes; no, ahora son cada
vez más fanáticos. ¿Y crees que tus cristianos eran como
los de antes? ¡Te equivocas! Nada era ya como antes.
Venían predicadores del norte a enardecerles; surgieron
conflictos, rebeliones... Llegaban constantemente noticias de
incursiones en las fronteras.
Los reyes, los condes y los obispos de los reinos cristianos
querían a toda costa la guerra. La querían y la tuvieron.
¿Íbamos a quedarnos los musulmanes de brazos cruzados?
Si no me hubiese movido, ¿qué habría pasado? ¿Les
íbamos a dejar que bajaran cada día un poco más hasta
meterse aquí, en nuestras barbas?
Asbag escuchaba en silencio los razonamientos de
Almanzor, intentando comprender; pero eran tantos los
interrogantes que se amontonaban en su mente que no era
capaz de ver un sentido claro a todo aquello. Decidió
entonces preguntarle acerca de Subh y del califa Hixem. Al
fin y al cabo, fue él quien introdujo al joven administrador en
la intimidad de los alcázares. ¿No tenía derecho a querer
saber por qué había relegado al hijo de Alhakan? Se lo
preguntó sin rodeos. Almanzor se irguió, enrojeció de cólera
y respondió también sin rodeos.
- ¿Sabes quién habría gobernado una vez muerto Alhakan si
yo no hubiera intervenido? Yo te lo diré: los eunucos
Chawdar y al-Nizami. Y cuando ellos hubieran muerto de
viejos, después de haber manejado a Hixem a sus anchas,
otros eunucos de palacio habrían tomado el relevo.
Asbag tuvo que guardar silencio. No podía opinar acerca de
nada de eso, puesto que no había estado allí. Almanzor le
miraba con ojos fieros, fuera de sí, apurando una y otra copa
de vino. Había perdido la serenidad del principio.
El obispo se dio cuenta entonces de que era un hombre
acosado por sus circunstancias pasadas; tal vez con
remordimientos, y con necesidad de justificarse a cada
momento.
- Ya sé lo que se dice por ahí de mí -prosiguió el ministro-.
Es muy fácil hablar... Pero... ¿quién ha llevado este reino
más alto que yo? ¡Dímelo! ¿Alhakan?, con su fama de santo
y bondadoso... Yo te diré lo que dejó Alhakan: una
administración envejecida, descuidada y en manos de
corruptos eunucos eslavos; un ejército que empezaba a
campar a su aire; unas fronteras desasistidas y a merced de
los cristianos. ¡Ah, no! ¡Yo no iba a consentir eso! No puedes
imaginar el esfuerzo que he tenido que hacer para poner
todo en orden. Gobernar es como mudarse a una casa de la
que acaban de salir sus antiguos inquilinos. ¿Qué hacen los
inquilinos cuando se marchan? ¡Lo dejan todo hecho una
pocilga!
- Nadie te pidió que lo hicieras -repuso Asbag-. No eres el
hijo de un califa... Tú solo decidiste elevarte a la categoría de
un rey...
- ¡Él lo consintió! -replicó Almanzor señalando al cielo con el
dedo.
- ¿Te refieres al Todopoderoso?
- Sí, a Él. Lo que Dios quiere sucede; lo que Dios no quiere
no sucede.
- Dios deja libres a los hombres -sentenció el obispo-, para
que ellos se salven o se condenen según sus obras. Nada
está escrito en las estrellas.
- Entonces, si hago mal, que Él me detenga. Y si no, ya me
juzgará Él... ¿A qué has venido tú? ¿A juzgarme? ¿Te crees
con derecho?
- Sólo quería decirte que Alhakan soñaba con formar a un
príncipe justo, sabio y bondadoso, que lo sucediera como
imán, legislador y profeta; un Comendador de los Creyentes
capaz de comprender a sus súbditos y hacerlos prosperar en
paz. Tú tuviste a ese príncipe en tus manos, cuando sólo era
un niño. Se te dio la oportunidad de cuidarlo, educarlo y
poner el cetro en su mano. Pero te apropiaste de su
herencia. Cuando los hombres tienen que justificarse por
detentar lo que no les pertenece, inventan guerras y
violencias. ¿Esas guerras han venido solas o las has
buscado tú?
Abuamir se puso en pié. La rabia contenida estaba grabada
en su rostro. Apuró el último sorbo.
- No tengo por qué seguir escuchándote -dijo-. Eso que has
dicho es lo que tú piensas. Pero hay mucha gente en mi
reino que me ama de veras. Ahora, por favor, márchate y no
regreses a mi presencia. Subh tenía razón; has venido a
perturbar mi espíritu...
Asbag se puso también en pie; Almanzor le sacaba una
cabeza y le miraba con dureza desde arriba.
- Antes de que me marche, dime una cosa -le pidió el
obispo-; ¿es verdad que piensas arrasar el templo del
apóstol Santiago de Compostela?
- Sí, lo es.
- ¿Por qué quieres hacerlo? ¿Qué ganas con ello? Los reyes
del norte te rinden tributo, luchan por ti, son tus vasallos...
¿Qué ganas infligiendo más dolor?
- No te esfuerces -dijo con rotundidad Almanzor-; ya está
decidido. Tengo mis informaciones. Cuando se gobierna un
reino no se puede ser iluso. Sé perfectamente que aquel
lugar es el centro espiritual de los cristianos. Si lo dejo en
pie, un día partiría de allí una fuerza incontenible que
terminaría con nosotros. ¿No es allí adonde vosotros
peregrináis para recibir la fuerza de lo alto? De La Meca
partieron un día mis antepasados y se hicieron con estas
tierras... ¡Nadie vendrá de otro lugar a echar a mis hijos!
- Eso que dices es absurdo -replicó el obispo-. Nadie puede
conocer el futuro. Si Dios quiere que ese sepulcro esté allí no
es para que los hombres hagan un día proyectos de guerras
en su templo. Dios quiere que los hombres se unan.
- Ve allí y dile eso a tus hemanos obispos del norte, a los
astures y a los francos, que ya levantan estandartes con los
signos de Santiago para llamar a la guerra a los cristianos.
- ¡Los templos son sólo piedras levantadas unas sobre otras!
-Le dijo Asbag-. ¿Crees que destruyéndolos podrías acabar
con la obra de Dios?
- ¿Sí?, pues veremos si Dios quiere que esa obra siga en pie
-respondió Almansur con ironía-. Lo que Dios no quiere no
sucede. ¡Que Él me detenga! Y, ahora, márchate, por favor...
Daré órdenes de que pongan en libertad a tu compañero y
de que te den cuanto necesites para que puedas emprender
tu viaje hacia tierras de cristianos. ¡Te prohibo que sigas en
Córdoba un solo día más! Si me desobedecéis, la próxima
vez no seré tan condescendiente con vosotros.
- Sólo contéstame a una pregunta más -le pidió el mozárabe.
- Bien, rápido, ¿de qué se trata?
- ¿Qué harás con el sepulcro del apóstol?
- Abrirlo... Y ordenar que arrojen los huesos al mar. Si como
dicen, vinieron navegando, que regresen al lugar de donde
salieron...

jueves, 16 de febrero de 2012

NACE LA GABARDINA

   
    En las inundadas trincheras de la I Guerra Mundial se hizo necesario inventar un tejido resistente e impermeable. Así nació la gabardina , también llamada trench ( trinchera en inglés). La inventó un industrial textil llamado Tomas Burberry para los campesinos ingleses. Posteriormente pasó a formar parte del uniforme inglés durante la I Guerra Mundial. Para lo que unos fué horror y muerte, para otros fué negocio...   
    Muchos avances tecnológicos e inventos nacieron por necesidades de la guerra. En la Gran Guerra se popularizaron , por ejemplo, las maquinillas de afeitar desechables fabricadas por King Camp Gillete o los relojes de pulsera necesarios para los soldados de artillería que tenían que tener las manos libres para calcular las coordenadas y los intervalos de tiempo.
    Además se desarrolló : la aviación, el teléfono, la radio , el automovil, el submarino, el dirigible,...
    Para que os metais en situación aquí teneis Largo domingo de noviazgo (un fragmentito) en el que se ven las trincheras francesas. Del otro lado , los prusianos que ,no lo pasan mejor. Os dejo  Sin novedad en el frente ( podeis leer el primer capítulo, pero como se que os vais a enganchar os lo enlazo entero...) escrito por Erich Marie Remarque quien participó en la guerra. Su experiencia le sirve para contar esta historia que publica en 1929. Sien embargo al naciente movimiento nazi no le gusta este mensaje, por lo que la quemará publicamente, la prohibirá y perseguirá a Remarque obligándolo a exiliarse.
Cuidado! Es peligrosísima!!

martes, 14 de febrero de 2012

ESPECTÁCULO ROMÁNICO

Umberto Eco es un filósofo italiano que en su tiempo libre escribe grandes novelas como El nombre de la rosa, entre muchas otras. Es un aventura detectivesca, histórica y filosófica que se desarrolla en la Edad Media. En un monsaterio remoto se suceden unos misteriosos crímenes que Guillermo de Baskerville , junto con su joven ayudante Adso, está llamado a aclarar.  Pero es muy complicado de contar así que   aquí tienes todo el libro .
Pero volviendo a nuestro románico debeis leer este pasaje en el que Adso contempla la portada románica de la iglesia del monasterio ( si prefieres ver este mismo pasaje en la película, pincha en el enlace y vete al minuto 11).


Fragmento del tímpano de Santa Fe de Conques.
Sin embargo puede que Adso no viera realmente ésto...quizá las esculturas estuviesen policromadas de vivos colores como las de Notre Dame la Grande de Poitiers .Pincha aquí y verás el montaje! ( dura 3 minutos).
Comienza la función!
 Aquí teneis un audiovisual que quizás os ayuden a entender la técnica al fresco utilizada por los pintores del románico.


Os añado la Presentación de clase para que repaseis los contenidos. Disfrutád!!


viernes, 3 de febrero de 2012

PASEO ANDALUSÍ

   León el Africano fue el nombre cristiano de Hasan bin Muhammed al-Wazzan al-Fasi (Hasan, hijo de Mohamed el alamín de Fez). Se calcula que Hasan nació en Granada alrededor de 1488 y murió cerca de 1554.

 Retrato de Boabdil el Chico, último Rey de Granada.

El escritor, y Premio Nobel Amin Malouf,  recompone su apasionante vida que lo llevó a viajar y conocer  el Mediterráneo de esa época. Aquí tienes un enlace a una selección de capítulos del libro donde se describe la Granada nazarí que pugna por sobrevivir ante el avance cristiano y las luchas internas.
Espero que os guste!

miércoles, 1 de febrero de 2012

SIERRA MORENA. PARAISO NATURAL

Viaja al corazón de nuestro paraiso natural. SIERRA MORENA.

Pincha aquí!

GEOGRAFIA : PRUEBAS DE SELCTIVIDAD.

En este Link encontrarás una prueba de selectividad. Trabaja sobre ella a medida que avanzamos en nuestra asignatura de Geografia e Historia.

Pincha aquí!

NACIONALISTAS E IMPERIALISTAS

    A mediados del siglo XIX se estrena en Milán la ópera Nabucco de Giuseppe Verdi  y desde el principio fué un gran éxito no sólo por su calidad musical sino porque el pueblo italiano en plena "unificación" se sentía identificado con los judíos esclavos del Imperio Egipcio que protagonizan la obra . El pasaje más conmovedor es el Coro de los esclavos que se convertirá en todo un himno nacionalista. A quí os dejo la  letra por si quereis cantarla en la ducha....Los italianos viven un proceso nacional que les obliga a enfrentarse a Austria, Nápoles, Estados Pontificios.... Las propias siglas del nombre V.E.R.D.I. serán subversivas ya que son un acrónimo de: Victor Enmanuel Rey de Italia.


    Al otro lado del mundo , en la India , se pelean británicos y rusos por ampliar sus respectivos imperios . Rudyard Kipling escribió esta novela describiendo la situación de la población que , sin quererlo, participaba en este juego de intereses coloniales: Kim de la India ( aquí teneis un fragmento).
 Que aproveche!!